Instituto EOS Chile

CLAVES PARA UNA ESCUELA INCLUSIVA QUE ATIENDA LA DIVERSIDAD

Sin duda, las medidas especiales son necesarias en muchas ocasiones, pero no pueden ser ni la única ni la principal respuesta de un centro escolar a un fracaso que, como decía hace un momento, es tanto del alumno como de la propia escuela. Por el contrario, el camino hacia una escuela capaz de educar en y desde la diversidad (y su aceptación), requiere que empecemos pensando de un modo diferente, en términos de una enseñanza que busque activamente no excluir de sus beneficios a ningún alumno ni alumna, lo que para López Melero (1997) tiene una serie de claves de partida, que deberíamos tratar de asegurar:
1ª clave: Un currículo comprensivo, único y diverso. La escuela que educa en la diversidad debe huir de un currículo cargado académicamente y acercarse a una alternativa centrada en la resolución de problemas cercanos al alumnado, de interés y relevancia para ellos, capaz de favorecer la construcción de mecanismos y estrategias para familiarizarse con el conocimiento cultural y aplicarlo a la vida real. Evidentemente, es el Proyecto Educativo Institucional el espacio apropiado para introducir esta transformación, ya que no se dirige a “ciertos” alumnos o alumnas en particular, sino al conjunto del alumnado; incluso si en algún caso se precisan adecuaciones más individualizadas del currículo, sigue siendo ese proyecto común de establecimiento (PEI) el marco de referencia y el primer espacio de respuesta a las diferencias individuales (incluso las Necesidades Educativas Especiales).
2ª clave: La reprofesionalización del profesorado. En un modelo educativo como el propuesto, la cuestión no es si los alumnos son capaces de aprender, sino si nosotros, los docentes, somos capaces de enseñarles a hacerlo: “La educación en y para la diversidad precisa de unos profesionales que sepan crear ambientes para enseñar a aprender. Unos profesionales cualificados que sepan diagnosticar la situación del aula, el ritmo y modos de aprendizaje de cada alumno, las características del proceso de aprendizaje, que sepan simultanear diferentes situaciones de aprendizaje en un mismo espacio para conseguir lo que se pretende y que, al mismo tiempo, sepan incorporar las demandas sociales de las personas culturalmente diferentes y de sus familiares, sin olvidar que en el ámbito del aula se debe procurar lograr el equilibrio entre la comprensión del currículum y la atención a las diferencias individuales, que no son menores. Todo esto implica que se han de replantear las competencias profesionales, pues se han venido formando durante años a los docentes para otro modelo de enseñanza, y asumir que la formación continua no es un lujo, sino una necesidad fundamental, en esta profesión.
En la medida que los docentes de aula regular, especialistas, jefes técnicos, directores de establecimientos, logren que sus aulas, metodologías y recursos didácticos sean pensando en la inclusión y atención a la diversidad, estaremos reduciendo o minimizando el cruel hecho de que aquellos alumnos que presenten algún grado de dificultad de aprendizaje o de alguna necesidad educativa especial, sea condenado al “no aprendizaje”, y que sea tendido bajo las mismas oportunidades y con los mismos derechos que aquellos alumnos que no presentan tales características.
3ª clave: Interacción y heterogeneidad como nueva estructura organizativa. Como la forma de trabajar en las salas de clase debe ser diferente, la estructura organizativa que lo hace posible también debe modificarse; debemos huir de la directividad y la homogeneidad propias de la enseñanza tradicional y dirigirnos hacia la interacción cooperativa entre el alumnado, la heterogeneidad en los agrupamientos y la actuación facilitadora (“mediadora”) de los profesores como principios rectores del proceso de enseñanza-aprendizaje. Es decir, debemos de ir hacia la consecución de un “trabajo colaborativo”.
4ª clave: Trabajo solidario y cooperativo entre los profesionales. Según lo anteriormente señalado, referido al “trabajo colaborativo” entre todos los agentes involucrados en la educación de nuestros alumnos y alumnas, una educación en y para la diversidad no es una tarea para francotiradores, sino que exige un desarrollo coordinado de la acción docente, basado a su vez en un amplio grado de autonomía de cada profesional en la puesta en práctica de esa acción. Se debe comenzar a pensar en términos de equipos educativos que, gozando de libertad y autonomía, se coordinan para proporcionar a sus alumnos y alumnas el máximo de experiencias de aprendizaje enriquecedoras.
5ª clave: La participación de la familia y la comunidad. Finalmente, la educación en y para la diversidad exige la participación activa de las familias y de la comunidad, como recurso y como apoyo, en el proceso educativo. Ahora bien, no como auxiliares que completan aquello que a los docentes “no les ha dado tiempo a terminar”, sino como colaboradores de pleno derecho, desde una situación y perspectiva diferentes, además de con estrategias diferentes, en el proceso educativo encaminado al desarrollo de las competencias del niño o joven.
Desde luego, no se trata de cuestiones menores que se puedan lograr de un día para otro, pero creo que es necesario tenerlas en cuenta, ya que definen una dirección a seguir, una línea maestra de trabajo en la que, sabiendo lo que sabemos, parece la dirección correcta.

Gabriela López Devillaine
Gerente Técnico
Instituto EOS